Proyecto

Minuto de Libertad

Diálogo audiovisual entre Marcelo de la Fuente y Ricardo Pons

Curaduría colaborativa Gabriela Larrañaga

Este proyecto tiene como punto de partida la idea de que todos experimentamos en la vida un hecho singular donde una decisión define nuestro destino. "… La historia no es entonces, como pretende la ideología dominante el sometimiento del hombre al tiempo lineal continuo, sino su liberación de ese tiempo. El tiempo de la historia es el Kairós en que la iniciativa del hombre aprovecha la oportunidad favorable y decide en el momento de su libertad…" (AGAMBEN, G., Infancia e Historia, Buenos Aires, Adriana Hidalgo Editora, 2011, p.151)

"Minuto de Libertad" que se exhibe en EAC (significativamente en el edificio de la ex Cárcel de Miguelete) es una nueva edición de la plataforma de intercambio, producción y reflexión entre artistas "Diálogo en Construcción" de Gabriela Larrañaga que viene realizándose desde 2011 reuniendo en esta oportunidad a Marcelo de la Fuente y Ricardo Pons.


Minuto de Libertad

Proyecto Posible

Ricardo Pons


La idea de este proyecto comenzó inspirada en la hipótesis personal de que durante nuestra vida experimentamos al menos un minuto de libertad; una singularidad en la cual una reacción instantánea o decisión, ya sea de dimensiones minúsculas o heroicas, de carácter voluntario o involuntario, más o menos condicionada, termina definiendo nuestro destino. Seguramente al fin y al cabo sean muchos los minutos en los cuales tomamos o no decisiones, pero seguramente al menos uno de ellos representó una singularidad en la que podemos o no haber reparado luego.

No estoy refiriéndome necesariamente a lo que persiguen las historias de Ciencia Ficción basadas en la paradoja del tiempo (el futuro alterado por alguien que viaja al pasado que genera o no nuevas líneas de tiempo o cambios en universos paralelos) sino a ese minuto luego del cual podemos tomar conciencia de que nuestra existencia posterior cambió o fue influenciada definitivamente por nuestra decisión.

Pudiera ser también que el efecto de ese cambio posterior, aunque pequeño, produzca alteraciones en la historia de los demás con alcances que a priori no podemos imaginar. No es ni más ni menos que el conocido “efecto mariposa” que planteara Edward Lorenz donde pequeñas alteraciones en un sistema caótico se amplifican hasta límites que no se pueden calcular.
Curiosamente en este momento han venido a mi mente también una serie de preguntas recurrentes sobre nuestra percepción del tiempo; ese continuo en el que navega la existencia humana y cuya nave es la ilusión de estandarización y control que nos vemos forzados a aceptar. Si bien no se podría interactuar sin ese patrón definido y replicado por millones de instrumentos numéricos y monótonos, las infinitas percepciones del transcurso del tiempo continuamente escapan a nuestro dominio y nuestras convenciones.

Recuerdo que en El Perseguidor, Cortázar contaba a través de un personaje que viajaba en el Metro de París que al llegar a destino se sorprendía porque le resultaba imposible conciliar la percepción de paso del tiempo que había experimentado en su pensamiento versus el tiempo cronológico que el subterráneo objetivamente necesitaba para desplazarse entre las dos estaciones. También recuerdo haber leído un par de libros de George Gamow (un físico atómico) que planteaba que nuestro reloj interno y por lo tanto nuestra percepción del tiempo era para nada constante y que dependía por ejemplo entre otras cosas de la temperatura corporal y por ende de nuestro metabolismo. En lo personal, la impresión más fuerte que en la infancia me causó la pérdida de conciencia luego de una lipotimia, fue percibir que mi reloj interno se había desconectado. Al volver en mí sólo el relato de los demás me permitió entender cuánto tiempo había pasado: podría haber aceptado tanto que me dijeran que fueron horas como segundos.

Podríamos asumir entonces que ese minuto de libertad del que hablamos no sea necesariamente un minuto validado por la cronometría sino un minuto subjetivo, una singularidad de la conciencia que quizás la adrenalina o algún otro químico de nuestro cuerpo haya distorsionado. Eso remarca su carácter de intransferible.

La libertad de decisión del ser humano o “libre albedrío” fue un concepto en el cual la Humanidad tuvo que evolucionar desde múltiples puntos de vista (ético, religioso, filosófico) y básicamente podemos decir que asumimos responsabilidad por nuestros actos en la medida en que los mismos son regidos por nuestra voluntad en un estado de consciencia. Quizás en estos momentos de singularidad que planteo nuestro grado de control de la situación no necesariamente sea total, pero siempre en ellos nuestra voluntad será el disparador de nuestras acciones.

Inicialmente no sabía si desarrollar estas ideas en un texto o bien generar trabajos artísticos inspirados en ellas, si producir obras de carácter documental o metafórico, una única pieza o varias piezas que fueran parte de un conjunto. En principio se me ocurrió empezar a trabajar más metafóricamente con un momento determinado de las vidas de Yuri Gagarin y Ernesto Che Guevara.

325


325 era un código secreto que permitió a Yuri Gagarin pasar de la condición de cobayo a su real condición de cosmonauta y héroe. Para poder comandar manualmente su nave debía ingresar ese simple código numérico en la primitiva computadora de navegación que de otro modo lo hubiera conducido a la muerte y por lo tanto a una triste notoriedad.

Las primeras etapas del desarrollo espacial soviético fueron dominadas por la figura de Sergei Korolev. Su planteo y visión acerca de cómo instrumentar este complejísimo e inicialmente exitoso proyecto se basó en el desarrollo de sistemas de operación automáticos o bien tele comandados, dejando a los cosmonautas un rol mayormente pasivo. No se conoce exactamente el porqué de este planteo estratégico.

Existían por un lado grandes dudas acerca de los efectos de la ausencia de gravedad en el organismo que desorientando o eventualmente inutilizando al cosmonauta podrían poner en riesgo su vida y la continuidad de la misión, y por otro lado se decía que el Kremlin tenía temor de que los cosmonautas en el reingreso a la atmósfera quisieran desertar dirigiéndose a otro país, dejando así la nave y toda la tecnología por ellos desarrollada en manos del enemigo, y por lo tanto echando por la borda toda la ventaja comparativa. No debemos dejar de tener en cuenta el clima de recelo producido por la Guerra Fría en esos años.

Visitar todas estas naves espaciales en los museos (tanto las soviéticas como las americanas) impresiona fuertemente debido a lo rudimentario que hoy parecen todos los sistemas y comandos de que disponían los astronautas; especialmente en el caso de las Vostok rusas, todo un paradigma de sencillez y austeridad.

Para ser justos debemos aclarar, que si bien los astronautas americanos originalmente eran reclutados entre pilotos de pruebas con mayores habilidades de comando y por lo tanto con mayor nivel teórico que los soviéticos, tampoco tenían en la práctica tantas posibilidades de variar la trayectoria de la misión. Apolo 13 fue una muestra cabal de la importancia de los equipos en tierra en los vuelos espaciales. Ambos, tripulantes y profesionales del Centro de Control y comando de la misión, formaron un fabuloso team que posibilitó el rescate incluyendo un alto grado de improvisación aparentemente infrecuente en la cultura anglosajona. El ya retirado comandante James Lovell se dedicó durante años a dar charlas a los empresarios sobre tácticas frente a ambientes cambiantes y manejo de grupos en situaciones extremas.

Yuri Gagarin había sido reclutado entre una serie de jóvenes pilotos que fueron sometidos a pruebas físicas y psicológicas inhumanas para poder ser parte de las primeras tripulaciones de cosmonautas. Se fue ubicando entre los dos mejores candidatos y la decisión final pasó más que nada por lo político: Yuri era hijo de proletarios condición que hizo que primara por sobre Gherman Titov hijo de profesionales.

El viaje de Gagarin en la nave Vostok I estaba planificado de modo que saliendo desde Tyuratam recorriera una órbita alrededor de La Tierra y reingresara a la atmósfera para aterrizar finalmente en Siberia. A diferencia del sistema de las naves estadounidenses que descendían sobre el mar en paracaídas, las naves rusas contaban con una serie de mecanismos para lograr un aterrizaje seguro en las grandes extensiones de Siberia. En la primera fase del descenso un retrocohete producía el frenado necesario para comenzar el reingreso, y luego ya en las altas capas de la atmósfera unos paracaídas iban frenando a la cápsula, y recién a pocos metros del suelo se disparaban automáticamente otros cohetes que terminaban de frenar el movimiento. Luego de todas estas maniobras, los cosmonautas quedaban totalmente desorientados espacialmente, debiendo recibir ayuda exterior para abandonar la nave. Como decíamos anteriormente, toda esta operación era automatizada, no debiendo el piloto realizar nada, sólo resistir pasivamente las tremendas variaciones de aceleración. Sorpresivamente en las últimas fases del reingreso de la Vostok I, debido a una falla técnica la nave comienza a desviarse de su trayectoria planeada y sacudirse sin control. El minuto de libertad ocurre entonces cuando Yuri Gagarin decide eyectarse de la cápsula y comenzar entonces un descenso en paracaídas desde gran altura. Basta solo imaginarse los violentos movimientos de la cápsula esférica rotando mientras caía a gran velocidad convertida en una bola de fuego para realmente valorar la sangre fría que requirió para accionar el mecanismo de eyección y saltar al vacío.

La nave abandonada siguió su propia trayectoria y se estrelló contra el suelo dejando un gran hueco en la tierra. Yuri Gagarin descendió cerca de dos mujeres campesinas a las cuales les dijo que no teman, que a pesar de llevar un llamativo traje espacial naranja y venir del espacio era ruso como ellas. Luego consiguió un teléfono y llamando a las autoridades reportó su ubicación (a cientos de kilómetros del lugar planeado) y comenzó la parte notoria de su vida, lo que hubiera sido muy distinto si su minuto de libertad no hubiera existido.

6GDL

Marcelo de la Fuente




6GDL - Serie 1 - Marcelo de la Fuente


6GDL - Serie 2 - Marcelo de la Fuente


6GDL - Serie 3 - Marcelo de la Fuente